Hace poco tuve la oportunidad de asistir al evento de Relatos de la Noche, podcast dentro de la comunidad latina, específicamente en México, que relata historias, cuentos y anécdotas sobre la temática paranormal o de
Hace poco tuve la oportunidad de asistir al evento de Relatos de la Noche, podcast dentro de la comunidad latina, específicamente en México, que relata historias, cuentos y anécdotas sobre la temática paranormal o de terror. Al escuchar estas historias y platicar con las personas que fueron al evento pude notar que la mayoría de los presentes se consideraban personas escépticas. Hasta el mismo autor del podcast Uriel Reyes se considera alguien escéptico, pero que llegaba a tener ciertas reservas con la temática de lo paranormal y lo oculto.
Muchos de nosotros nos guiamos con la frase de ver para creer, si no hay pruebas físicas y racionales de qué esta pasando y por qué suceden las cosas, no hay motivos para invertir nuestra fe en ello. Y es entonces que esta parte escéptica termina pasando tanto tiempo en las historias de terror y lo paranormal. Constantemente estamos tratando de encontrar respuestas a estas incógnitas misteriosas y enigmáticas aparentemente sin solución. Nuestra mente está buscando la forma de resolver un rompecabezas que aparentemente no tiene solución; queremos entender por qué sonaban pasos en el piso de arriba cuando no había nadie en casa, qué era la figura antropomórfica que vimos a lo lejos en la carretera, cómo es posible que hayan visto o escuchado a una persona que ya lleva varios años muerta.
Y se vuelve un círculo vicioso en el que tratamos de explicar algo con las pocas pruebas o información que podamos recolectar, ver que esa supuesta solución no puede explicar la situación y regresar a intentarlo con las demás historias para que solo termine pasando lo mismo.
De cierta forma se nos requiere entregar nuestra fe cada vez que entramos al cine a ver una película de terror o cuando consumimos podcasts que cuentan historias paranormales, porque de otra forma no funciona o no se logra lo que se propone. Sabemos que lo que vemos en pantalla y lo que escuchamos no es real, no nos propone un potencial riesgo, pero entramos con una actitud voluble, emocional que nos ayuda a meternos en la historia y de repente dejamos de percibir esa barrera, ya no estamos en cine o en nuestra casa escuchando la historia; somos perseguidos por algún monstruo, estamos atrapados en medio del bosque viendo criaturas antropomórficas y nuestra mente y cuerpo empieza a sentir que el peligro que se percibe a la distancia, es real.
Otro factor que hace que a la gente le llame tanto la atención lo terrorífico es por una descarga hormonal de adrenalina mezclada con la capacidad de la imaginación y el recuerdo. Con el relato oral tenemos una enorme libertad de pensar a nuestra manera los detalles de la historia, nos imaginamos los espacios y personajes como cosas que son familiares y conocidas para nosotros lo cual nos da una sensación un poco mas real de que pueden pasar o inconscientemente recurrimos a imaginarnos fobias y miedos reales lo cual activa nuestra respuesta fisiológica de estar en peligro. El huir o actuar.
La excitación hormonal y física producida por estas historias culmina en paz y euforia que se da al haber sobrevivido a dicha “situación”, en donde a pesar de que no estamos en un peligro real nuestra mente y cuerpo lo percibieron a cierto nivel como tal. Y seguimos consumiendo estas historias para seguir por este ciclo de adrenalina, excitación y paz.
Es interesante ver como siendo una temática asociada a cosas negativas pueda generar un sentido de comunidad fuerte entre las personas. Nos reunimos en fechas especiales y en lugares que nos proporcionen el ambiente adecuado para escuchar historias de fantasmas, crear un intercambio de anécdotas, generar experiencias compartidas y cuando sentimos ese miedo podernos apoyar en las demás personas.